El cierre de la cárcel más peligrosa de EEUU perfila el futuro de las prisiones

El 26 de febrero de 1965 Salvador Dalí se levantó febril en su hotel de Nueva York. Ni su estado ni la temperatura exterior eran las más apropiadas para cruzar el East River a bordo de una pequeña embarcación. El imprevisto le obligó a cancelar a última hora su visita a la prisión de Rikers Island, situada en la isla del mismo nombre entre el Bronx y Queens.

Para disculparse, el pintor envió una reinterpretación de su Cristo de San Juan de la Cruz con una inscripción: “For the dinning room of the prisoners Rikers Island S.D.”. (Para el comedor de los prisioneros de Rikers Island S.D”).

La obra pasó 16 años colgada en la cafetería del pabellón masculino de la prisión hasta que una noche de marzo de 2003 alguien cambió el original por una burda copia.

Un año después, el director adjunto de la cárcel fue condenado a entre uno y tres años de prisión tras admitir que él y dos guardias robaron la pintura. La obra nunca ha aparecido, pero la anécdota ilustra la impunidad que reina todavía en el interior de la considerada como la prisión más peligrosa de Estados Unidos.

La cultura de abusos, violencia y un poderoso código de silencio entre los funcionarios aún gobierna el aislado penal de Rikers Island, solo conectado a la ciudad por un pequeño puente. Los reos adolescentes y enfermos mentales son las principales víctimas de los excesos. Un cuadro de horror descrito por Preet Bharara, el fiscal de Nueva York, despedido recientemente por Donald Trump, en un informe publicado en agosto de 2014. Fue el principio del fin de la histórica cárcel inaugurada en 1930 que cuenta actualmente con cerca de 7.500 presos.

El fin de Rikers Island

El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, acaba de anunciar su cierre con un proyecto paralelo que cambiará de forma radical el sistema penitenciario de la ciudad. Y que, se espera, sirva de ejemplo para dar paso a una nueva cultura carcelaria basada en centros más pequeños construidos a escala humana, integrados en la sociedad y con unos sistemas de vigilancia menos invasivos.

«Rikers Island es un símbolo de la violencia carcelaria que persiste en el país y la oportunidad para cambiar las cosas», explica Michael P. Jacobson, director del subcomité ‘Futuro de las Cárceles’ de la Comisión para el Cierre de Rikers Island y director del Instituto CUNY para la Gobernanza Estatal y Local, en una entrevista telefónica.

El segundo objetivo es acabar con la política de encarcelamiento impuesta desde los violentos años 80 para reducir la población de reclusos. En 1980, cerca de 503.600 personas se encontraban entre rejas en Estados Unidos. En 2008, ese número era cuatro veces mayor con 2,3 millones de reclusos. Desde entonces, ha disminuido a poco menos de 2,2 millones, a pesar de la caída de los delitos, según cifras del Departamento de Justicia.

Nueva York es un ejemplo de ello. La ciudad lleva más de dos décadas con bajadas de las tasas de delincuencia. El número de homicidios se desplomó de 2.245 en 1990 a 334 en 2016. Otros delitos han seguido una evolución similar. «Es un momento histórico porque tanto republicanos como demócratas están de acuerdo en reducir la cantidad de presos», cuenta P. Jacobson. La justicia penal en Estados Unidos depende de los estados, por lo que el Gobierno federal poco puede hacer. «La llegada de Trump lo único que puede provocar es un cambio de tono en un discurso en el que hay unanimidad», explica el experto.

La última cárcel del país situada en una isla, tras el cierre de la mítica Alcatraz en 1963, se ha convertido en una vergüenza para la ciudad que presume de ser la más segura del país. Pero también en una oportunidad para adaptar el sistema penal y penitenciario a la sociedad del siglo XXI. El reto es reducir la población reclusa a 5.000 personas, de un total de 9.700 actual, trabajando en estas dos direcciones.

El debate de las prisiones

El debate sobre las cárceles del futuro no solo está en marcha en Estados Unidos. La Unión Europea acaba de financiar un proyecto llamado Prison of the Future, en el que expertos de 25 países han definido las líneas de actuación a seguir durante las próximas décadas. Las conclusiones de este informe son muy similares al plan de cierre de Rikers Island.

En una década, los presos de la isla se repartirán entre cinco centros más pequeños en los cinco principales barrios de la ciudad: Manhattan, Queens, Bronx, Brooklyn y Staten Island. Las nuevas instalaciones ofrecerán un estilo de vida más parecido al que se vive en libertad. Celdas individuales con baño, televisión y ordenador con acceso a cocinas compartidas.Los edificios incorporarán vidrios de seguridad para maximizar la luz natural y muebles de colores suaves. Los presos más peligrosos serán los únicos que no tengan acceso a este ecosistema.

Se dará prioridad a la vigilancia a través de cámaras y los reclusos tendrán acceso a actividades que faciliten su rehabilitación, asistencia médica y un mayor acceso de sus familiares a las instalaciones. Esta idealización del sistema carcelario no es una quimera, ya existen varios ejemplos en funcionamiento. Las prisiones de Bastoy y Halden en Noruega, así como la prisión de Heidering en Alemania, ya aplican estos modelos con éxito.

Nuevo sistema penal

Nada de esto será posible si no se cambia el sistema de encarcelamiento. La lentitud de la justicia, la falta de recursos de los acusados, la distinción por raza y los duros castigos por delitos menores son las principales causas de la masificación de las prisiones.

Para hacer frente a esta lacra, la Comisión para el Cierre de Rikers Island propone reducir a un plazo de un mes la celebración de los juicios por delitos menores y eliminar las penas de cárcel de breve duración. Menos del 1% de estas ofensas acaban en juicio. Y más de 1.200 personas cumplen en la actualidad penas de cárcel de menos de 30 días.

Los expertos también pide acabar con el racismo en las detenciones. Nueve de cada diez personas en las cárceles de Nueva York son afroamericanos (55%) o latinos (34%), así como con la posibilidad de procesar como adultos a adolescentes de 16 y 17 años. Esta última petición se hizo realidad el pasado mes de abril con la aprobación de la ley “Raise the Age NY” (Aumenta la edad NY).

Todo esto se suplirá con programas alternativos, nuevos tribunales comunitarios en barrios con altos índices de delincuencia y con el reciclaje de los agentes de seguridad, así como los funcionarios de prisiones. La revolución de la cárcel pasa por hacerlas más humanas. El reto final es cambiar la mentalidad de los estadounidenses. «Los criminales aún están demonizados por unos ciudadanos que no creen en la cultura de la rehabilitación. Hay que traer el respeto al sistema penitenciario», cuenta P. Jacobson.

El fin de Rikers Island pondrá punto y final a una parte de la historia de Nueva York. Por sus celdas han pasado personajes como Sid Vicious, Mark David Chapman -asesino de John Lennon-, el rapero Tupac Shakur y, el interno más reciente e ilustre, el exdirector del FMI Dominique André Strauss-Kahn, tras acosar a una empleada del Hotel Sofitel de Manhattan en mayo de 2011. Las isla acogerá una ampliación del cercano aeropuerto de La Guardia o nuevas instalaciones industriales. Lo que sí es seguro es que contará con un monumento a las víctimas del sistema penitenciario del siglo XIX.

 

 


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