
Nueva York/11 de noviembre de 2017/Publicado en bez.es
El protocolo protagonizó el primer encuentro entre Barack Obama y Donald Trump en la Casa Blanca. Un presidente de rostro serio ofreció lealtad y colaboración a su sucesor para llevar a cabo una transición tranquila. Trump prometió dejar de lado las diferencias políticas y contar con su consejo en el futuro. Acabada la ceremonia democrática, los primeros nombres de la quiniela de la futura Administración vislumbran un cambio sísmico en el poder.
El hombre de negocios y estrella de la telerrealidad pisó ayer por primera vez la Casa Blanca. El traspaso de poderes que culminará dentro de 72 días se puso en marcha y EEUU abrió un nuevo capitulo en su historia. Comedido en las formas, Trump ensayó su pose de presidente en la reunión de 90 minutos mantenida con su predecesor. Ambos estuvieron rígidos en su puesta en escena ante la prensa.
La cordialidad y el compromiso de facilitar una transición tranquila reinaron en el encuentro. Pero también hubo gestos de desaprobación. La Administración Obama no facilitó la tradicional foto de los dos presidentes caminando por la columnata de la Casa Blanca. Tampoco hubo rastro de la visita de Trump en la galería de imágenes de la web del Despacho Oval.
Obama insistió en su intención de facilitar la transición y asegurar que el presidente electo completa el proceso. Su sucesor le mostró su respeto y aseguró que buscará su consejo en el futuro. «Es un hombre muy bueno», dijo Trump. La primera dama, Michelle Obama, recibió a su sucesora en el cargo, Melania Trump. La primera democracia del mundo mandó su mensaje de estabilidad y respeto a las normas. El protocolo político no pudo esconder la tensión que se vive por la llegada al Despacho Oval del presidente del discurso xenófobo, nacionalista y repleto de mentiras.
A pesar de las buenas formas, ninguno de los dos concretó si los equipos de los dos presidentes trabajarán de forma coordinada como sucedió en la última transición presidencial, protagonizada por George W. Bush y el propio Obama tras su victoria en 2008. La tensión entre dos presidentes se vivió en 2000 cuando el expresidente Bill Clinton no facilitó el cambio de gobierno a Bush por la disputa de los resultados electorales con el demócrata Al Gore.
Incógnita sobre las medidas de Trump
Tres días después de las elecciones, nadie se atreve a aventurar si el nuevo presidente de EEUU cumplirá con la agenda que presentó para sus primeros 100 días en el Despacho Oval. Trump se limitó a recordar ayer durante su posterior visita al Congreso que va a bajar los impuestos y a mejorar el sistema de salud. “Creo que haremos algunas cosas absolutamente espectaculares para el pueblo estadounidense”, añadió en una breve intervención a la prensa, junto al presidente de la Cámara de Representantes y líder republicano, Paul Ryan.
El miedo a sus promesas más urgentes como la de revocar la reforma sanitaria de Obama, construir un muro fronterizo con México y deportar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados del país sacaron el miércoles a miles de personas a la calle de costa a costa. Lo único que se pudo vislumbrar ayer son los nombres de los futuros miembros de la Administración Trump. Todos ellos aptos para cumplir su objetivo: el desmantelamiento de la era Obama.
Leales y millonarios en la quinielas
El nuevo presidente de EEUU ha llegado a la Casa Blanca con la promesa de limpiar Washington de los parásitos del establishment. Pero las quinielas de su Administración están repletas de millonarios, financieros, petroleros y leales a Trump con extensas trayectorias en política. Personas que pueden utilizar sus influencias para favorecer a los suyos y alejadas de la clase trabajadora que le ha votado. La orla del poder de la nación más poderosa del mundo va a cambiar radicalmente de caras.
Su jefe de campaña desde agosto, Steven K. Bannon, el combativo expresidente ejecutivo de la web conservadora Breitbart News suena como el futuro jefe de gabinete de Trump. Sin más pasado político. Bannon comenzó su carrera en el banco de inversiones Goldman Sachs antes de dedicarse al cine y los medios de comunicación. La revista Bloomberg Business lo calificó el octubre de 2015 como «el agente político más peligroso de América».
Otro ex empleado del gigante financiero se baraja para ser secretario del Tesoro. Steven Mnuchin, que ha manejado el dinero de la campaña de Trump, podría tener la llave para borrar todas las regulaciones impuestas a Wall Street tras la crisis. También ha entrado en el tanteo el primer ejecutivo de JPMorgan, Jamie Dimon, según fuentes consultadas por Reuters. Dimon es un férreo defensor de los intereses del mundo financiero y contrario a las políticas de Obama.
Para ocupar el cargo de secretario de Estado, responsable de las relaciones exteriores, se barajan los nombres del presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Corker, el que fuera presidente de la Cámara de Representantes de 1994 a 1998, Newt Gingrich, y el exembajador de EEUU ante la ONU John Bolton. Corker es un «duro» de la política exterior y arrastra varios escándalos por haber ganado dinero en bolsa con información privilegiada. Gingrich, por su parte, pidió la deportación de todos los musulmanes seguidores de la sharia tras el atentado de Niza. Bolton es partidario del cambio de régimen en Irán.
Entre sus fieles que pueden optar a un cargo en la nueva era de la Casa Blanca están el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, y el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie. Ninguno de ellos abandonó a Trump cuando se publicó el video en el que se jactaba de acosa a las mujeres. La primera señal de lo que puede suceder con la Administración Trump la dieron los mercados. El índice industrial de Dow Jones cerró ayer con una subida del 1,17 %, un nuevo récord histórico, mientras que el Nasdaq castigó a las empresas tecnológicas.