Nueva York/28 de abril de 2017/Publicado en bez.es
Los primeros cien días de Donald Trump han supuesto un choque de realidad para el inquilino de la Casa Blanca. Esta marca simbólica por la que pasan todos los presidentes de Estados Unidos ha dejado en evidencia su incapacidad para sacar adelante sus promesas más controvertidas. La resistencia demócrata y de los propios republicanos en el Congreso ha hecho fracasar todas sus iniciativas legislativas. La puesta en marcha de los ‘checks and balances’ han marcado su descubrimiento del poder.
El hombre de los grandes acuerdos ha activado esta semana una agresiva agenda de propuestas para tratar de llegar al examen de sus primeros 100 días en el poder con algún éxito. El protagonismo se lo ha llevado su plan para aplicar una rebaja de impuestos histórica que afectará a empresas y trabajadores con un impacto impredecible en el déficit. La Administración Trump espera que la pérdida de ingresos se compense por sí solo con el crecimiento económico. Un disparo al aire más del recién estrenado presidente.
La propuesta tendrá ahora que enfrentarse a un Partido Republicano que durante años criticó cualquier plan de Barack Obama de aumentar el déficit. El Comité para un Presupuesto Federal Responsable calcula que el Estado perderá 5.500 millones de dólares en 10 años. Una cifra que pone de nuevo al Congreso ante una decisión de vértigo.
Las arriesgadas apuestas legislativas lanzadas por Trump que se han topado una y otra vez con el muro del Capitolio. El control del Congreso ha hecho fracasar su reforma sanitaria y le ha obligado a renunciar a su intento de financiar con dinero público el muro con la frontera con México. Su pretendida capacidad negociadora en el sector privado ha quedado en entredicho en su nueva faceta pública. Ninguna gran propuesta ha salido adelante. Pero Trump no se rinde. Así lo ha demostrado con el nuevo intento de hacer desaparecer el Obamacare.
Suspenso general
El suspenso de sus primeros 100 días en el poder no sería tan sonoro de no haber sido él mismo el responsable de fijar un irrealizable plan específico para este periodo. “Un contrato entre Donald Trump y el votante americano”, lo llamó durante la campaña. Con la fecha en el horizonte, el presidente de Estados Unidos ha vuelto a modificar su posición para justificar su fracaso. «No importa cuánto haya logrado durante el ridículo estándar de los primeros 100 días, y ha sido mucho, los medios de comunicación van a atacar», dijo a través de Twitter hace ocho días.
Los vaivenes han marcado los primeros meses de Trump en el poder. Unos bandazos que él ha descrito como producto de una de sus virtudes personales: la flexibilidad. Con esta excusa ha pasado de proclamar que la OTAN estaba obsoleta a deshacerse en abalanzas hacia la organización, de negar cualquier intervención en Siria a bombardear una base aérea de las fuerzas de Basir Al Assad o de acusar a China de manipular divisas a rectificar para ganarse su apoyo en el conflicto con Corea del Norte.
Un líder en construcción
El 45° presidente de los Estados Unidos ha desplegado sus modales erráticos, su carencia por gobernar a golpe de orden ejecutiva -un total de 32, más que cualquier otro presidente en la historia- y su incapacidad para controlar las luchas de poder de los miembros de su gabinete.
En un intento de hacerse con las riendas del caos interno, Trump ha dejado en segundo plano a las caras más agresivas de la Administración Trumpcomo el populista Stephen Bannon, actual jefe de estrategia, o Steven Miller, pupilo del actual fiscal general, Jeff Sessions, un conservador de pasado racista. Esto ha dado un protagonismo nunca visto en la Casa Blanca a los familiares del presidente. Su hija Ivanka Trump y a su yerno Jared Kushner se han convertido en los ojos y oídos de Trump.
Sus pequeños gestos de moderación no han desvanecido la incertidumbre que se cierne sobre una Casa Blanca salpicada por el escándalo de sus conexiones con funcionarios del Kremlin. El mayor riesgo al que se enfrenta Trump en el futuro. El escándalo ha obligado a dimitir al primer al asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, que será investigado por el Pentágono. Sessions y David Nunes, el republicano jefe del Comité de Inteligencia del Congreso, se han tenido que apartar de las investigaciones. Los demócratas han declarado la guerra al presidente por sus sospechosas conexiones.
Los otros dos grandes frentes que prometen no dejar descansar a Trump están en los tribunales y en la calle. Los jueces mantienen bloquedo su veto a la entrada de los ciudadanos de siete países musulmanes y su orden ejecutiva de retirar fondos federales a las llamadas ciudades santuario, aquellas que no colaboran con la policía de inmigración. La gran batalla se librará en el Tribunal Supremo. Es allí donde Trump ha conseguido su único éxito con el nombramiento de Neil Gorsuch para ocupar la vacante dejada por el conservador Antonin Scalia.
Cambio de posición internacional
Fuera de las fronteras de Estados Unidos, los líderes mundiales han visto como Trump cambiaba continuamente de posición en su todavía indefinida política exterior. Del mensaje aislacionista del ‘America primero’ lanzado en su toma de posesión y su rechazo al papel de Estados Unidos como guardián del mundo ha pasado a intervenir en Siria y a retar a Corea del Norte con el objetivo de parar su carrera armamentística.
El bombardeo del pasado 7 de abril sobre una base militar de las fuerzas del presidente Basir Al Assad como respuesta al ataque químico que se saldó con 86 muertos ha sido el único momento de aceptación internacional recibido por Trump. El ataque también le ha servido para distanciarse del presidente ruso, Vladimir Putin, aunque sigue sin dedicarle ni una sola crítica.
Pero después de la relativa calma de las vacaciones de Semana Santa, la Casa Blanca ha vuelto a revolver las aguas internacionales. Esta semana se ha lanzado a la guerra comercial contra Canadá y México con la amenaza de salir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) para después rectificar y aceptar renegociar el acuerdo. También ha admitido que la posibilidad de un conflicto con el régimen de Kim Jong-un es cada vez «mayor», según un entrevista concedida ayer a Reuters.
El presidente de Estados Unidos llega así a sus primeros 100 días con un panorama exterior sembrado de conflictos y con la aceptación interna por los suelos. Solo el 40% de los estadounidenses aprueban su gestión, según Gallup, la peor cifra registrada por un presidente en la historia. Nada hace advertir, por el momento, que Trump abandone sus vaivenes en los 1.362 días que le restan para cumplir su primer mandato.