Los indignados de la América blanca dan la victoria a Donald Trump

 

Nueva York/10 de noviembre de 2016/Publicado en bez.es

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Manifestantes contra la victoria de Donald Trump. REUTERS.

Los perdedores del sueño americano se levantaron el martes para sustituir el sistema por Donald Trump. La mayoría blanca de las zonas rurales y el Medio Oeste industrial, azotada por la crisis y por el desempleo, aupó al republicano a la Casa Blanca. El discurso populista del magnate neoyorquino penetró entre la población de menor nivel educativo.

El día después de las elecciones presidenciales de Unidos Estados fue el momento de las preguntas. ¿Quién? y ¿por qué? Las incógnitas por la inesperada victoria del republicano se despejaron a medida que se fueron conociendo las datos de la geografía electoral. Los americanos blancos, el 69% del electorado, respaldaron masivamente a Trump.

Ellos eran el único público objetivo de su campaña. El republicano se olvidó de las zonas urbanas, las minorías, los jóvenes y las mujeres, objetivo de la estrategia de la demócrata Hillary Clinton. La mayoría de las encuestas no detectaron que la clase trabajadora blanca había comprado el mensaje antisistema, xenófobo y repleto de mentiras de Trump.

El respaldo lo encontró en el 72% de los hombres y el 62% de las mujeres blancas sin estudios universitarios. Los blancos con formación académica también se unieron a su causa. En este caso, el 54% de los hombres y el 45% de las mujeres le apoyaron, según los datos recogidos por el diario The Washington Post. Este último dato demostró que muchas mujeres, incluidas aquellas con estudios, pasaron por alto los escándalos misóginos de Trump y su intención de endurecer el aborto.

La revolución silenciosa

La ola de adhesión al populismo recorrió el país de Este a Oeste. Comenzó en Florida y Carolina del Norte; siguió por Virginia, de tradición demócrata y donde Clinton ganó por menos de cinco puntos, e irrumpió en el medio Oeste industrial para arrasar después Iowa, Ohio, Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Clinton perdió seis estados ganados por Obama en 2012.

Las mayoría silenciosa de las zonas rurales e industriales, envejecidas y azotadas por la crisis se unieron a la plegaria de «hacer América grande otra vez». Triunfó el discurso de la creación de empleo. Lleva incluido las promesas de Trump de romper con los acuerdos comerciales, reabrir las fábricas, reducir impuestos, cerrar fronteras y deportar a 11 millones de indocumentados.

El presidente electo de EEUU lo llama «movimiento». La candidata demócrata no supo detectar el rechazo la mayoría blanca al establishment de Washington en el que lleva 30 años instalada y al que culpan de abandonar a la clase media. No era la persona idónea para parar los pies a Trump. La prensa, los analistas y los expertos que se equivocaron en sus previsiones no dejaron de preguntarse ayer sobre cuál es la fotografía real del país. Las brechas de los ingresos familiares, la riqueza familiar y la propiedad de viviendas son hoy «tan amplias o más amplias que en los años 60 y 70», según el Centro de Investigaciones Pew. .

El voto hispano oculto

Pero otro error de Clinton fue creer que los insultos y los ataques xenófobos de Trump bastarían para atrapar todo el voto de las minorías. El republicano consiguió que le votaran el 34% de los hombres hispanos sin formación y el 32% con estudios. El 28% de las latinas licenciadas y el 25% que no han pasado por la universidad también optaron por él. Donde no encontró apenas apoyos fue entre la población afroamericana, que votó masivamente a Clinton.

Esto, sumado a la elevada abstención demócrata y a la pequeña parte de las papeletas que se fueron al libertario Gary Johnson y a la ecologista Jill Stein, acabaron con las posibilidades de Clinton de llegar al Despacho Oval. Johnson se adjudicó el 2,2% de los votos en Florida, estado clave que cayó en manos republicanas.

Un tropiezo de la demócrata durante la campaña demuestra ahora hasta qué punto no era consciente de la realidad de EEUU. En un acto de recogida de fondos celebrado en septiembre, Clinton llamó «deplorables» a la mitad de los seguidores de Trump. La demócrata puso en ese saco a racistas, homófonos, sexistas, xenófobos e islamófobos. «Trump los ha levantado», avisó. Poco después pidió perdón por su desliz elitista.

Los resultados de las elecciones demostraron cómo todos esos sentimientos aún prevalecen en un país que prefirió entregar su futuro al abismo de un magnate sin pasado político, que al fraude conocido de Clinton. La división profunda que vive EEUU quedó ayer patente con las movilizaciones antiTrump que se vivieron en las calles en Nueva York, Filadelfia, Seattle, Chicago, Oakland, Washington y Boston. A pesar de las llamadas a la unidad nacional por parte de los dos candidatos, las dos Américas hablaron en menos de 24 horas.

 

 


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