A nueve días de su llegara al Despacho Oval, el mundo se empieza a acostumbrar a las formas y los modales del futuro presidente de Estados Unidos. El magnate inmobiliario desplegó ayer en su encuentro con la prensa en la Torre Trump de Manhattan sus artes de showman, sus maneras de duro negociador y su descaro en el trato personal.

Trump confirmó que la falsedad y la certeza de los acontecimientos pasarán por su propio prisma. No aceptará las informaciones de la prensa ni las conclusiones de las instituciones estadounidense si no juegan a su favor.

Sólo las pruebas irrefutables podrían modificar esta deriva del futuro presidente de la nación más poderosa del mundo. Pero, por el momento, nadie ha podido presentar indicios suficientes contra él para derribar su legitimidad para ocupar el cargo.

Esta actitud puede cambiar para siempre el significado del cargo de presidente de Estados Unidos. Un ruptura con la tradición democrática de la que su predecesor en el cargo, Barack Obama, alertó un día antes en su discurso de despedida pronunciado en Chicago.

Trump hizo caso omiso al mensaje de Obama y reapareció en público para dinamitar cualquier esperanza de respeto por las instituciones, la prensa y la opinión de la mitad del país que no le votó. Tampoco se alejará de sus conflictos de intereses ni presentará su declaración de la renta como han hecho todos los presidentes durante los últimos 40 años. Sus hijos gestionarán la Trump Corporation. Él se mantendrá al margen con las dos únicas promesas de no hablar de negocios con sus vástagos y no hacer acuerdos con el extranjero. «Tenemos un movimiento en marcha que el mundo jamás ha contemplado y que no se esperaban», insistió Trump.

Los mantras de Trump

Es en ese movimiento abstracto y en su promesa de crear empleos en los que se apoyó el presidente electo. «Seré el mayor productor de empleo que Dios jamás ha puesto sobre la faz de la tierra«, llegó a afirmar ayer. Nada ha cambiado en su discurso. Trump reiteró su promesa de construir un muro en la frontera con México, suspender el Obamacare, obligar a las empresas a fabricar en suelo estadounidense y mejorar las relaciones con Rusia. En todos estos asuntos fue un paso más allá.

Respecto al muro confirmó que comenzará las negociaciones con México para su construcción y pago nada más tomar posesión de su cargo. Vicente Fox, expresidente de México, le contestó con la acusación más directa que se escuchó ayer. «Esta claro que nos enfrentamos a una nueva era de dictadura con Donald Trump. No es un líder democrático», le espetó Fox en Twitter.

Trump también anunció que presentarán un plan de seguros médicos al mismo tiempo que suspendan el Obamacare, sin explicar en qué consistirá. En materia económica, amplió sus amenazas a las empresas al sector farmacéutico, cuya cotización en bolsa cayó en picado por el efecto de sus palabras. El peso mexicano se derrumbó a niveles históricos.

Rusia y las agencias de inteligencia

Pero la nueva realidad del presidente electo se reflejó en todo su esplendor en su punto de vista sobre la filtración a la cadena CNN y a la web Buzzfeed del informe de los servicios secretos en el que concluyen -sin pruebas- que Trump fue sometido a un chantaje por parte de Rusia con información comprometida de índole financiero y sexual. El presidente electo contestó con las mismas acusaciones que la CIA, el FBI y la NSA lanzaron contra Vladimir Putin por ayudarle a ganar las elecciones frente a Hillary Clinton.

Si el gobierno ruso montó una red de web de noticias falsas contra Clinton, según los servicios secretos, la prensa estadounidense ha publicado información errónea sobre él sin corroborar, según Trump. Si los rusos hackearon los correos de los demócratas para filtrarlos a Wikileaks, las agencias de inteligencia estadounidenses crearon este informe sobre sus conexiones con Rusia para intoxicar a los periodistas estadounidenses. Si el contenido de los e-mails de Clinton y de su jefe de campaña, John Podesta, era cierto, las acusaciones del informe de inteligencia, son falsas. Es este último punto el que da alas a Trump.

La falta de pruebas que refuten el contenido del informe de inteligencia, cuya información se atribuye a un agente del M16 británico, llevó ayer al presidente electo a acusar a sus autores de emprender una «caza de brujas» y de actuar como en la Alemania «nazi». Esto también le sirvió para censurar la pregunta del periodista de la CNN Jim Acosta. «No le voy a dar la palabra, fabricáis noticias falsas», le espetó.

Trump desmintió, a su vez, que alguno de sus colaboradores -inteligencia apunta a Michael Cohen, representante legal de la Trump Organization- se reuniera con enviados de Putin en Praga, donde, supuestamente, se produjo el chantaje y se pactó la estrategia para ayudarle a ganar las elecciones como moneda de cambio. Y negó haber mantenido conexiones con Rusia durante la campaña.

El presidente electo admitió que Rusia pudo hackear las cuentas de los demócratas y anunció que dentro de 90 días habrá un nuevo informe sobre cómo defenderse de las intrusiones cibernéticas. También tuvo que aceptar que las agencias de inteligencia le informaron de sus descubrimientos. «Creo que fue escandaloso, escandaloso que permitieran que saliese información que resultó ser falta, un bulo», dijo el futuro presidente de EEUU, sin presentar las pruebas de sus propias afirmaciones.