Trump retira su plan sanitario para evitar la humillación del Congreso

El hombre de las grandes operaciones inmobiliarias, de los acuerdos imposibles, el mago de las negociaciones no logró convencer a los hombres de Estado del partido republicano. Donald Trump retiró in extremis su proyecto para reemplazar el Obamacare por la falta de apoyo de su propio partido. El muro de la separación de poderes paró la primer gran promesa del presidente.

La votación del Trumpcare no se llegó a producir. El magnate neoyorquino se ahorró así la escenificación en el Capitolio de su primer gran fracaso como político. La promesa de campaña de Trump de reemplazar la reforma sanitaria de Barack Obama se quedó en el cajón del Despacho Oval por la falta de apoyo de los halcones republicanos.

Su incapacidad para convencer al ala más conservadora del Partido Republicano abocó en el fiasco legislativo. Minutos antes de la hora prevista y cuando los congresistas llevaban más de cuatro horas de debate en la Cámara de Representantes, Trump pidió en persona al portavoz del Partido Republicano, Paul Ryan, que retirara el proyecto de ley para evitar la votación.

Fue su forma de tratar de controlar el discurso. Pero las explicaciones de Trump quedaron, una vez más, muy lejos de la realidad. «Estuvimos muy cerca. No tuvimos votos de los demócratas, ni uno, así es muy difícil hacerlo», dijo el presidente en su comparecencia en el Despacho Oval, flanqueado por el secretario de Salud, Tom Price, y el vicepresidente, Mike Pence. Los republicanos ostentan la mayoría en las dos Cámaras del Congreso. Solo ellos podían aprobar la reforma sanitaria. Los demócratas se negaban en bloque a machacar uno de los legados más importantes de Obama.

La solución de Trump

Trump no quiso asumir él solo el fracaso. Sin embargo, no culpó de la falta de apoyos a los republicanos para los que solo tuvo palabras de agradecimiento. «Dejemos que Obamacare explote», dijo. Fue la única solución ofrecida por el presidente de Estados Unidos para atraer en un futuro a los demócratas a colaborar con él en la elaboración de un nuevo plan para sustituir a la Ley de Cuidado de Salud (ACA, por sus siglas en inglés), aprobada en 2010 bajo la presidencia de su antecesor. Un proyecto imposible. El Obamacare continuará como está y Trump se centrará ahora en la reforma fiscal, anunció.

El bloqueo de la promesa electoral estrella de Trump hace ganar posiciones al sector más conservador del Partido Republicano. Los urdidores de la derrota son un grupo de 36 congresistas, la mayoría de los estados del Sur, conocido como el House Freedom Caucus, formado en 2015 de la herencia del Tea Party. Sus ideas radicales de desaparición casi total del estado de la vida civil van más allá de la propuesta de reforma planteada por Trump.

Bajo esa premisa reclamaron la eliminación de la obligación legal de incluir en los seguros médicos de las prestaciones esenciales que incluyen la medicina preventiva, la atención de urgencias, la estancia hospitalaria, los cuidados mentales y la maternidad. Toda una afrenta para los votantes de Trump de las zonas más empobrecidas del país e imposible de asumir para el presidente. Ninguna de las ofertas del gran negociador logró convencerles tras horas de conversaciones.

«No, no me siento traicionado. Son amigos míos. Estoy decepcionado porque podríamos haberlo logrado. Así que estoy decepcionado. Estoy un poco sorprendido para ser honesto», contestó Trump sobre lo sucedido. El presidente tampoco culpó del fracaso al líder republicano en la Cámara de Representantes y principal representante del Trumpcare. Ryan apareció cabizbajo tras la retirada del plan. «Es un revés», reconoció.

Los demócratas se apuntan la victoria

Una imagen que contrastó con la alegría mostrada por los demócratas. Su campaña contra la reforma sanitaria de Trump no escatimó en recursos. Así que los demócratas se apuntaron la victoria como propia e histórica. «Es un gran día para el país, una gran victoria para el pueblo americano para los mayores, los discapacitados, los niños, los veteranos…», declaró solemne la portavoz de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosy.  

Finalmente, no han sido las advertencias del desastre que se avecinaba las que han acabado con el plan del presidente, sino la falta de ambición liberalizadora y de desregularización del sistema de salud. Insuficiente para los republicanos más radicales.

El plan de Trump contemplaba eliminar la obligación de contratar un seguro médico, la congelación del programa para los más desfavorecidos, el llamado Medicaid, y acabar a con el sistema de impuestos del Obamacare que introdujo a 20 millones de personas en la sanidad. Para compensar estos cambios, establecía desgravaciones fiscales en función de la edad. Nada de eso convenció a los miembros de Freedom Caucus.

Otros republicanos, los menos, se vieron acorralados por los ciudadanos de sus respectivos estados asustados por la desaparición del Obamacare. La Oficina Presupuestaria del Congreso, organismo no partidista encargado de valorar el impacto económico de las leyes, puso en jaque el plan antes de llegar al Congreso al estimar que cerca de 24 millones de personas se quedarían sin seguro médico en la próxima década si se aprobaba. Todo esto es ya papel mojado. Lo que queda ahora es el primer gran fracaso de Trump.

 

 


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