Nueva York/17 de junio de 2017/Publicado en bez.es
Un nuevo soplo de aire frío procedente de Estados Unidos volvió a azotar ayer la isla de Cuba. Un año y tres meses después de que Barack Obama firmara la histórica apertura, Donald Trump volvió a congelar las relaciones entre ambos países. En un discurso celebrado en el Teatro Manuel Artime en La Pequeña Havana de Miami (Florida), Trump cumplió su promesa electoral a los grupos anticastristas que le dieron su apoyo en las elecciones y le abrieron la puerta de la Casa Blanca.
Rodeado por un numeroso grupo de exiliados, el presidente de Estados Unidos volvió a línea más dura contra la vecina Cuba. “Ha nacido una nueva política. Doy por cancelado el acuerdo de Obama. No apoyaremos al monopolio militar que oprime a los cubanos”, proclamó Trump desde la tribuna. Los presentes respondieron al anuncio con sonoros aplausos y jaleos.
Las restricciones vuelven con la limitación de los viajes a la isla, la prohibición de los acuerdos comerciales con el Grupo de Administración Empresarial (GAESA, el grupo empresarial militar estatal y turístico) y el mantenimiento de las sanciones.
La obsesión de Trump por desmontar el legado de Obama se vuelve a quedar a medias. También sus promesas electorales. No pudo hacerlo con el Obamacare ni con el programa de protección a los dreamers, los hijos de los inmigrantes indocumentados, a cuya derogación renunció ayer. La ruptura de las relaciones con Cuba se convirtió en un intento de acaparar titulares ante el escándalo de la trama rusa que arrecia sobre él.
A pesar de la grandilocuencia del discurso y de la puesta en escena, el fin de la apertura aprobada por Obama será parcial. Dejará intacta la embajada estadounidense en La Habana, el envío de remesas de los exiliados a sus familiares, mantendrá los vuelos comerciales y no devuelve la política de pies secos, pies mojados, que permitía a los cubanos que pisaban suelo estadounidense quedarse en el país sin visa. Esta ley fue aprobada por Bill Clinton en 1995 para tratar de parar la crisis de los balseros. Los cubanos que entran ahora sin papeles se arriesgan a la deportación.
Cambio del discurso
Lo que cambió de forma radical fue el tono del discurso. Trump hizo oficial el abandono de la diplomacia de su antecesor para adoptar la línea más dura de las históricas tensiones entre los dos países. «Desafiamos a Cuba a que se siente sobre la mesa con un acuerdo a favor de su pueblo, del pueblo estadounidense y de los cubanoamericanos», dijo. Cualquier cambio futuro de las relaciones pasará ahora por las manos de los halcones republicanos.
Más lejano aún se divisa ahora el fin del embargo económico, que sigue vigente 55 años después. Obama no consiguió que el Capitolio comenzara a trabajar el principio del fin, a pesar de su petición formulada en su discurso del Estado de la Unión de enero de 2015. La clave de la apertura definitiva de Cuba al mundo tendrá que esperar.
La sorpresa fue un Trump transformado por unos minutos en el adalid de los derechos humanos de los cubanos. Una postura que no mantiene hacia otros países como Rusia y China. “Sabemos lo que pasa ahí y no lo olvidamos. Cuba debe legalizar los partidos, permitir elecciones supervisadas, liberar los presos y entregar a los fugitivos. Mientras no haya libertad, habrá restricciones”, amenazó.
Con un lenguaje cercano a los años más duros de la Guerra Fría y apariciones esporádicas de víctimas de los Castro, Trump atacó sin medida al régimen. Acusó al líder cubano de acoger a criminales, lo relacionó con Venezuela, Corea del Norte y con el terrorismo internacional. Le pidió cambios para comenzar de nuevo las negociaciones. Todo ello bajo el techo del teatro que lleva el nombre de uno de los líderes del fracaso desembarco en Bahía de Cochinos para derrocar a Fidel de 1961.
Peligro para el turismo
La consecuencia más inmediata del retroceso del deshielo recaerá sobre el sector del turismo, al principal entrada de divisas en la isla y del sustento de la mayoría de los cubanos. La prohibición de las transacciones comerciales con el conglomerado estatal GAESA, que controla la economía cubana y está presidido por Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, yerno de Raúl Castro, impactará de lleno en hoteles, restaurantes, alquileres y pequeños negocios.
La restricción de los viajes será el otro inconveniente. Los estadounidenses que quieran viajar a la isla tendrán que pasar por controles más exhaustivos. Obama restableció en 2011 el programa de intercambio de personas que permitía justificar las visitas a Cuba bajo el paraguas de intercambios culturales, religiosos o académicos. Esto provocó un aumento sin precedentes de los viajes de los estadounidenses.
El entusiasmo del fin de las tensiones entre los dos países alcanzó su pico más alto el año pasado cuando 614.433 visitantes procedentes de Estados Unidos visitaron Cuba, un 34% más que en el año anterior. De ellos, 284.937 eran ciudadanos estadounidenses sin relación alguna con la isla, un 74% más que en 2015, según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano. Y aunque estas cifras se hayan desinflado en los últimos meses por el afán especulativo de las aerolíneas, la llegada de Trump va a retrasar aún más la consolidación del futuro económico y la apertura de Cuba.