Trump se presenta ante el Congreso con un nuevo tono y la misma agenda

Nueva York/1 de marzo de  2017.

Donald Trump ofreció anoche el primer discurso moderado de su carrera política. Ni la cita ni el escenario eran los adecuados para repetir el oscuro alegato de la toma de posesión. El recién estrenado presidente de los Estados Unidos acudió a su primera intervención ante las dos cámaras del Congreso con una llamada a la unidad a los demócratas y con una invitación para el país de «soñar a lo grande».

Trump abandonó su tono agresivo, pero no sus promesas de campaña ni sus medidas más polémicas adoptadas en sus primeros 39 días en el Despacho Oval. En su hora y diez minutos de discurso no se despegó del teleprompter para insistir en la construcción del muro en la frontera de México, el veto migratorio a los musulmanes, la inmigración ilegal y la supresión del Obamacare.

«Por encima de todo, mantendremos nuestras promesas al pueblo estadounidense», insistió un Trump ovacionado por los suyos e ignorado, en la mayoría de sus propuestas, por la bancada demócrata. Sus puesta en escena cambió de intensidad. También lo hizo su imagen. El mandatario apareció con un traje de corte más entallado, corbata a rayas y un visible cambio de peinado. Su agenda de gobierno se mantiene intacta.

Trump prologó su discurso con una condena a los recientes ataques y amenazas contra comunidades judías en todo el país. «El país debe estar unido en condenar el odio y el mal en todas sus formas», dijo consiguiendo el primer aplauso generalizado. Entre el público, la primera dama, el resto de su familia, los miembros de su gabinete y su administración, altos cargos de Defensa, ocho de los nueve miembros del Tribunal Supremo y varios invitados como la viuda del Navy SEAL fallecido a finales de enero en Yemen, entre otros asistentes.

EEUU primero

El discurso viró a continuación hacia el epicentro de su campaña. Trump tardó menos de cinco minutos en recurrir a su lema de «Hacer América grande otra vez». Para ello, explicó que en 2016 con su llegada a la candidatura republicana, comenzó una «protesta silenciosa» que luego se convirtió en «un terremoto» por la demanda «crucial» de que el país ponga «a sus ciudadanos primero». Esta vez, evitó la palabra «movimiento» para definir su triunfo electoral.

A partir de ahí, Trump desplegó sus clásicas promesas de obligar a las empresas a fabricar en el país, acabar con los tratados comerciales, recortar los impuestos para empresas y clase media, la construcción de infraestructuras, el cierre de fronteras, el control de la inmigración ilegal y la lucha contra el ISIS. No se ahorró las críticas a su antecesor, Barack Obama, por la, según él, «desastrosa» herencia económica y política exterior.

El presidente de Estados Unidos se vanaglorió de lo conseguido en sus primeros días en la Casa Blanca. Puso como ejemplo los puestos de trabajo y «miles de millones de dólares» que han prometido crear Ford, Fiat, General Motors, Intel y Walmart, mencionó. Y se jactó de haber comenzado a limpiar el «pantano de Washington», lo que le valió el primer abucheo demócrata. También de haber conseguido la finalización de los oleoductos de Dakota del Norte y Keystone.

Su políticas más duras

El despliegue de sus éxitos dio paso a sus proyectos más polémicos. Trump defendió su veto migratorio a siete países musulmanes para evitar que Estados Unidos se convierta en «un santuario para los extremistas», un juego de palabras con el que hizo referencia a las llamadas «ciudades santuario» -como Nueva York, Los Ángeles o Chicago- en las que la Policía no detiene a los inmigrantes indocumentados por el mero hecho de serlo y que se resisten a aplicar su política de inmigración.

Su discurso no sirvió para confirmar sus declaraciones realizadas ayer a mediodía en un encuentro con periodistas de las principales cadenas de televisión en las que aseguró que iba plantear una nueva ley de inmigración para proteger a los ‘dreamers’, los hijos de los inmigrantes indocumentados que llegaron al país de niños. No hubo ninguna novedad para ellos. Trump pidió a los demócratas unidad para aprobar «una reforma migratoria real y positiva» con el objetivo de mejorar los empleos y salarios de los estadounidenses, fortalecer la seguridad nacional y restablecer el respeto a las leyes.

Tampoco la hubo para los cientos de ciudadanos que se han levantado contra la eliminación del Obamacare. «Pido a todos los demócratas y republicanos en el Congreso que trabajen con nosotros para salvar a los estadounidenses del desastre explosivo de Obamacare», reclamó sin concretar la alternativa al programa de salud pública aprobado por su antecesor.

Sí hubo un ligero cambio en su posición sobre la OTAN. Trump pasó de los ataques anteriores a mostrar su «firme apoyo» a la alianza. Con un matiz, reclamar a los estados miembros que «cumplan» con las obligaciones económicas e inviertan más en Defensa. El aumento del gasto militar de la era Trump será de 54.000 millones, anunció esta semana.y volvió a apoyar ante el Congreso.

Para finalizar, Trump recurrió a un tono poético nunca visto en él . «Hoy pido a todos los ciudadanos que abracen esta renovación del espíritu americano. Pido a todos los miembros del Congreso que sueñen en grande, sean audaces y atrevidos ante el futuro de nuestro país. Y pido a todos los que estén viendo esto que se acojan a este momento y crean en sí mismos, en su futuro, y — una vez más — en América», cerró su discurso. Unas palabras decorativas que no consiguieron disfrazar su mensaje anterior. «Mi trabajo no es representar al mundo, mi trabajo es representar a EEUU». Esencia de Trump.

 

 


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