Nueva York/5 de febrero de 2017/Publicado en bez.es
La espiral de ataques a otros países desplegada por Donald Trump en sus primeros quince días de gobierno ha dado una vuelta de 180 grados a la política exterior de Estados Unidos. Los enfrentamientos abiertos por el nuevo presidente con aliados tradicionales como México o Australia; socios comerciales como Canadá o el sudeste asiático, y con siete países de mayoría musulmana han dejado el mapa mundial lleno de heridas por cerrar.
Trump ha utilizado todas las vías a su disposición para imponer su estilo pendenciero a lo largo y ancho del planeta. No ha medido sus palabras ni en sus intervenciones públicas ni en sus mensajes a través de Twitter ni en sus conversaciones telefónicas con los líderes internacionales.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, han sido las principales víctimas de la bravuconearía telefónica del nuevo presidente de Estados Unidos. Al primero le amenazó con enviar ropas a México si no controlaba a los cárteles de la droga y al segundo le colgó abruptamente tras una bronca sobre el acuerdo firmado por su antecesor Barack Obama para acoger 1.250 refugiados, según varias filtraciones publicadas por la prensa estadounidense.
Lejos de rectificar, Trump se ha reafirmado en sus modales y ha prometido continuar con su tono intimatorio en sus relaciones exteriores. “Créanme, cuando oyen hablar de las llamadas telefónicas duras que estoy teniendo, no se preocupen”, se jactó el jueves Trump. “Casi todos y cada uno de los países del mundo se han aprovechado de nosotros, pero esto se va a acabar», desafió el presidente de EEUU, dando por cerrado el legado de diálogo dejado por su predecesor, Barack Obama.
Los frentes abiertos
La política exterior de Estados Unidos ha entrado en la onda expansiva de Trump. Ningún país está libre de recibir el próximo proyectil. La lista de agraviados, por el momento, incluye, además de México y Australia, a los siete países de mayoría musulmana a cuyos ciudadanos se les ha prohibido la entrada; Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Irán y Yemen; a Canadá, China, Alemania y la Unión Europea en su conjunto.
Los principales argumentos de Trump para sostener sus ataques son la defensa nacional, la inmigración ilegal y los nefastos, según su prisma, acuerdos comerciales firmados en detrimento de los intereses de Estados Unidos. Sobre estos asuntos pretende renegociar el nuevo presidente. Para hacerlo ha optado primero crear un clima intimatorio.
Los agraviados, por su parte, se preparan para la afrenta. Los grandes grupos de la Eurocámara han mostrado su rechazo al nombramiento Ted Malloch, un reconocido antieuropeísta, como embajador de Estados Unidos en Bruselas. El presidente del Consejo, Donald Tusk, envió una carta demoledora y sin precedentes contra Trump. Irán ha aplicado el principio de reciprocidad y ha prohibido la entrada de varios atletas estadounidenses. Pero también hay una buena parte de ellos que ha apelado a mantener las buenas relaciones para evitar conflictos innecesarios como ha sido el caso del ministro de Exteriores chino. «Esperamos poder mantener este impulso, que sirve a ambas partes», ha dicho Lu Kang.
Ligeros cambios
El abrupto estreno de Trump en el campo internacional ha traído a su vez algunos movimientos de su entorno que parecen tratar de evitar el terremoto. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spiecer, ha reconocido que existen contactos continuos con la administración del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. «Habrá un encuentro entre ambos muy pronto», ha asegurado.
Además, tras la bronca conversación telefónica entre Trump y el primer ministro australiano, el jefe de Gabinete de Trump, Reince Priebus, y su jefe de Estrategia, Steve Bannon, han iniciado conversaciones con el embajador de Australia en Estados Unidos, Joe Hockey. «Vamos a seguir negociando con ellos», ha confirmado Spiecer.
La llegada esta semana al gabinete de Trump de Rex Tillerson, nuevo secretario de Estado, y de James Mattis, secretario de Defensa, ha provocado otro cambio de rumbo en algunas de las posiciones de la Administración Trump sobre el conflicto israelí-palestino, la invasión de Rusia sobre Crimea o el endurecimiento de las relaciones con Irán.
Israel, Rusia e Irán
En un giro inesperado, la Casa Blanca ha decidido no apoyar la construcción de nuevos asentamientos israelíes en territorio palestino. «No creemos que los que existan sean un impedimento (para la paz), pero los que se construyan a partir de ahora pueden serlo», ha explicado Spiecer. Tampoco levantará las sanciones a Rusia por su invasión de la península de Crimea, según aseguró el jueves ante la ONU la embajadora estadounidense, Nikki Haley. Una decisión que rompe el principio de no agresión a Rusia que Trump ha defendido desde que inició su campaña.
El movimiento más agresivo -a parte de las palabras de Trump- ha sido la imposición de nuevas sanciones a Irán en respuesta a la prueba con un misil balístico realizada el pasado fin de semana. Las multas no afectan al pacto nuclear firmado por Barack Obama con el país persa, pero Trump ha prometido no ser tan «amable» con ellos como su predecesor. Por el momento, no lo será con ellos ni con nadie.