Nueva York/16 de febrero de 2017/Publicado en bez.es
Donald Trump afronta una crisis sin precedentes a menos de un mes en el cargo. La confusión ha tomado Washington en medio de un hervidero de filtraciones, declaraciones no confirmadas y sospechas sobre las conexiones de sus hombres de confianza con Rusia. El escándalo centra toda la atención mientras las instituciones empiezan a actuar contra los elegidos por el presidente para su gabinete y su administración.
El presidente de Estados Unidos se encuentra atrapado por las acciones y los errores de sus personas de confianza. Las cloacas del Estado han comenzado a actuar contra el presidente con sus colaboradores más cercanos en el punto de mira. Pero al mismo tiempo, los mecanismos de la democracia han señalado a aquellos poco adecuados para ocupar sus cargos.
Las fugas de información desde los servicios de inteligencia se cobraron el lunes su primera víctima. Michael Flynn dimitió como asesor de Seguridad Nacional tras las revelaciones de la prensa sobre sus conversaciones con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergei Kislyak. Su marcha dejó al descubierto las sospechas de connivencia entre el entorno de Trump con funcionarios rusos antes y después de la victoria electoral. También la guerra abierta que se vive en Washington contra el presidente.
En medio de la tormenta política, los republicanos pararon ayer por primera vez los pies a Trump. Andrew Puzder, el elegido por el presidente para ocupar la secretaria de Trabajo, renunció a seguir con el proceso de confirmación de su cargo, que iba a comenzar este jueves, acosado por su historial de prácticas laborales injustas y la publicación de una grabación de los 90 del programa de Oprah Winfrey en la que su ex mujer le acusaba de maltrato. Millonario y CEO del gigante ‘fast food’ CKE, casi una docena de senadores se convencieron de que no era el candidato ideal y le retiraron su apoyo.
La tercera damnificada esta semana fue la consejera presidencial Kellyanne Conway, atrapada por su propio error de promocionar en la televisión los productos de Ivanka Trump, la hija del presidente. El patinazo le valió una orden de evaluación ética por parte del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes y la petición de una acción disciplinaria de la Oficina de Ética gubernamental a la Casa Blanca al considerar que violó las reglas que impiden a los funcionarios promocionar marcar comerciales.
La conexión rusa
Sin que se haya cumplido tres semanas en el cargo, los problemas de Trump no han hecho más que empezar. Nadie se atreve a aventurar todavía las consecuencias de todos estos frentes. En especial, el de la conexión del equipo del presidente con Rusia, enemigo por excelencia de Estados Unidos. «Esto es solo el aperitivo. El ‘pantano’ de Washington quiere destruir a Trump. Es obvio», comentaba ayer en la cadena CNN, el periodista de Bloomberg Eli Lake, autor del artículo ‘El asesinato político de Michael Flynn’ en el que advierte de las amenazas que se ciernen sobre el presidente desde los servicios de inteligencia. Si Trump pretende cambiar las posiciones tradicionales con el exterior sin contar con ellos, les tendrá de frente, mantiene Lake.
El presidente se aprovechó del argumento de Lake -al que alabó en Twitter- para retorcerlo y redoblar su ataque contra el FBI y la NSA a quienes acusó de fabricar la conexión rusa para perjudicarle. «El verdadero escándalo aquí es que información clasificada está siendo entregada por la inteligencia como caramelos», dijo Trump en la rueda de prensa junto al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
La segunda linea de ataque fue la prensa a la que responsabilizó de publicar filtraciones «ilegales». Trump se refería a los medios tradicionales como ‘The New York Times’ y ‘The Washington Post’, los dos periódicos que está desvelando la información sobre Rusia, y las cadenas MSNBC y CNN, que se hacen eco de las informaciones. En sus tres últimas comparecencias junto a los primeros ministros de Japón, Canadá e Israel, Trump solo la ha dado la palabra a periodistas de medios conservadores.
Más revelaciones, más confusión
El presidente de Estados Unidos mostró todo su apoyo al general Flynn y defendió la legalidad de sus conversaciones con el embajador ruso, que se produjeron cuando todavía era un ciudadano privado. Esta salida hacia delante de Trump sumó más confusión al escándalo, ya que contradijo las palabras de su portavoz, Sean Spicer, quien explicó el martes que el motivo de la marcha de Flynn fue la pérdida de confianza por mentirle.
Y es que el diario ‘The New York Times’ redobló ayer la presión al publicar una nueva filtración en la que se aseguraba que, además de Flynn, otros tres de sus consejeros de campaña mantuvieron contactos constantes con funcionarios rusos desde un año antes de las elecciones. Sus nombres: Paul Manafort, el primer jefe de campaña de Trump, que dimitió en agosto por un supuesto pago recibido del gobierno ucraniano de Viktor Yankovich; Carter Page, asesor de Política Exterior republicano y Roger Stone, otro miembro del partido.
A pesar del intenso flujo de información, por el momento, solo el FBI y el Departamento de Justicia cuentan con la documentación que probaría la realidad de los hechos. En sus manos están, las grabaciones de las conversaciones telefónicas mantenidas entre Flynn y el embajador ruso donde, presuntamente, el primero le ofreció rebajar las sanciones impuestas por Barack Obama a Rusia, tras la conclusión de las agencias de inteligencia de que Rusia robó y filtró los e-mails de Hillary Clinton para ayudar a Trump. Esta conversación se produjo el 29 de diciembre, día en el que Obama anunció los castigos a Rusia. El presidente ruso, Vladimir Putin, decidió entonces no emprender represalias contra Estados Unidos.
El silencio de Putin puso en alerta de nuevo al FBI. Tras analizar el contenido de la conversación telefónica, el 26 de enero, la entonces fiscal general del Estado, Sally Yates, despedida por Trump por pronunciarse en contra del veto migratorio, avisó a la Casa Blanca de que Flynn podría estar siendo objeto de chantaje por parte de Rusia. El presidente no hizo nada al respecto hasta que las filtraciones a la prensa le dejaron en evidencia.
La excusa inicial de la Administración Trump fue la pérdida de confianza hacia Flynn por mentir al vicepresidente, Mike Pence, que le defendió en televisión cuando las sospechas del contenido de la conversación ya se habían difundido. La culpa de la caída del asesor de Seguridad Nacional era ayer, según Trump, de las agencias de espionaje. Las mismas a las que aplaudió y felicitó por perjudicar a Clinton durante la campaña. De Putin, no dijo ni una palabra.