Nueva York/17 de noviembre de 2016/Publicado en bez.es
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se despide de Europa en su último viaje como jefe de Estado a dos meses de abandonar la Casa Blanca. La visita está envuelta de simbolismo y melancolía por el cambio de relaciones que puede acarrear la victoria de Donald Trump.
La preocupación que recorre Europa por la llegada de Trump al Despacho Oval recibe estos días una palmada de consuelo del presidente saliente. Obama dedica su último viaje internacional como presidente a sus aliados europeos y con el objetivo de darle a la canciller alemana, Angela Merkel, el relevo de la defensa de la democracia liberal en Occidente, ante la amenaza que representa Trump.
Los lugares elegidos para su viaje están repletos de significado. Dos únicas paradas: Grecia y Alemania. El país heleno es la cuna de la democracia, puerto de entrada de los refugiados, víctima de la crisis económica y frontera con Turquía. «Su estabilidad es garantía de la OTAN», explica Alec Mally, antiguo diplomático del Departamento de Estado de los Estados Unidos a Euronews.
Ha sido allí donde Obama ha lanzado su primer mensaje a Europa. «Tendremos que vigilar el aumento de una especie de nacionalismo burdo o de identidad étnica o de tribalismo que se construye alrededor de un ‘nosotros’ y un ‘ellos‘», dijo el martes en la conferencia de prensa junto al primer ministro griego, Alexis Tsipras. Era la primera vez en 17 años que un presidente de EEUU pisaba suelo heleno. Sin mencionar a Trump, Obama mostró su preocupación por su llegada, pero se mostró esperanzado con el futuro a largo plazo. El mensaje fue de tranquilidad.
La cara y la cruz
La popularidad de Obama durante sus ocho años de gobierno fue fluctuando en la Unión Europea con sus aciertos y sus fracasos. Su llegada al poder supuso una apertura a la esperanza tras la era Bush, el derribo de las barreras raciales y una vuelta del carisma a la política.
Se marcha con la decepción de darle el relevo a Trump y con un reguero de críticas por su pasividad ante problemas como la crisis de refugiados o la amenaza de Rusia. Estas dos caras de la moneda se vieron el martes en Atenas. Mientras Obama reivindicaba su papel de líder del mundo libre junto Tsipras, en las calles de Atenas miles de personas se manifestaron en contra de su visita.
«Nuestro legado son los acuerdos internacionales en materia de lucha contra el cambio climático, el acuerdo con Irán y la reapertura con Cuba. Nos gustaría ver cómo esas políticas continúan, no sólo por el legado, sino porque creemos en ellas», defendió Ben Rogers, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, en declaraciones a la cadena MSNBC antes de abandonar Grecia.
En Atenas, Obama se mostró a favor de dar un respiro a Grecia en el pago de la deuda. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, le llevó la contraria horas después, informó Reuters.
Visita a Berlín
Esta dualidad de las relaciones EEUU-UE durante el mandato de Obama marcaron sus relaciones con Berlín. Antes de emprender su último viaje presidencial a Europa, el presidente de EEUU dio una rueda de prensa en la Casa Blanca en la que calificó a la canciller alemana como su amiga y su principal aliada. Pero esto no siempre fue así.
Durante los cuatro años del primer Gobierno de Obama, sus contactos se enturbiaron por los desdenes de la canciller y porque el presidente de EEUU, más ocupado en los asuntos internos, se desentendió de los problemas europeos de seguridad y de economía, tras la crisis financiera de 2008.
La reconciliación llegó en 2011 cuando el presidente de EEUU otorgó a Merkel la «medalla de la libertad», la mayor distinción que puede recibir un extranjero. Merkel le correspondió en 2013 cediéndole la Puerta de Brandeburgo para dar un discurso en su quinta visita al país. Desde ese momento, y a pesar de que poco después la canciller tuvo que tragarse el sapo del espionaje de su teléfono móvil por parte de la NSA, siempre estuvieron en sintonía.
Ambos volvieron anoche a encontrarse junto al emblemático monumento como prólogo a la reunión que mantendrán esta tarde en la Cancillería. Los dos líderes compartieron cena en el mítico Hotel Adlon, refugio de espías, periodistas y diplomáticos en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, también situado en la Plaza de París. Tras el cara a cara con Merkel, Obama se encontrará el viernes en la capital alemana con los líderes europeos Francois Hollande, Matteo Renzi, Mariano Rajoy y Theresa May.
Cualquier conflicto entre ellos quedó el martes 8 de noviembre en un segundo plano, tras la victoria de Trump y la amenaza de un seísmo en las relaciones entre los aliados. «Alemania y EEUU están conectados por los valores de la democracia, la libertad y el respeto de la ley y la dignidad del hombre, independientemente de su origen, el color de su piel, su religión, su género, orientación sexual y opiniones políticas», avisó Merkel al presidente electo en su carta de felicitación. Fue la única gobernante mundial que recordó a Trump el respeto por los derechos humanos. Ahí está la clave de este último viaje de Obama. La canciller es la única líder disponible para defender su legado y los resquicios de la democracia liberal en Occidente. Todo comienza y acaba en Berlín.