Cínico, sarcástico, desafiante. Donald Trump desplegó ayer uno de sus discursos más oscuros de su corta presidencia al anunciar la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. En una declaración celebrada en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, Trump proclamó el abandono del pacto global, firmado por Barack Obama en 2016, con una sonora acusación a los 195 países firmantes de aprovecharse del acuerdo para robar empleos a Estados Unidos.
El segundo país más contaminante del mundo por detrás de China irá por libre en la emisión de gases de efecto invernadero sin preocuparse por su impacto en el clima mundial. Las devastadoras consecuencias que describen los científicos como inundaciones, sequías o desplazamientos humanos, entre otras, no serán asunto de la primera potencia mundial. La nueva era aislacionista ha comenzado.
«A fin de cumplir mi solemne deber de proteger a América y sus ciudadanos, EEUU se retirará del Acuerdo de París, pero comenzará las negociaciones para volver al Acuerdo de París o a una nueva transacción en términos que sean justos«, proclamó Trump. Berlín, París y Roma negaron de inmediato cualquier posibilidad de renegociación en un comunicado conjunto firmado por sus respectivos líderes.
Este desafío del presidente fue aplaudido sonoramente por las caras más radicales y negacionistas de su gabinete. Sentados en primera fila, Steve Bannon, el polémico asesor e impulsor de la idea del ‘nacionalismo económico, Scott Pruitt, escéptico del cambio climático y actual director de la Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), y Gary Cohn, ex Goldman Sachs y principal asesor económico del presidente. Ni rastro de su hija, Ivanka Trump, y su yerno, Jared Kushner, las figuras más moderadas de su gabinete.
El fin de la ‘carnicería americana’
El discurso de Trump fue la secuela del duro alegado pronunciado ante el Capitolio el día de su toma de posesión. Si en enero proclamó el «fin de la carnicería americana», ayer tradujo su retórica aislacionista a las cifras. El presidente de Estados Unidos aseguró que seguir en el Acuerdo supondría la desaparición de 2,7 millones de puestos de trabajo en el año 2025 -sumados a los 6,5 millones ya perdidos- y un coste de 3 billones de dólares del PIB. «El Acuerdo de París es una enorme redistribución de la riqueza de EEUU a otros países», aseguró.
Los principales beneficiados del pacto son, según Trump, China e India. «Alguien que se preocupa mucho por el medio ambiente como yo, no puede soportar este acuerdo que no impone limitaciones a estos dos países», dijo. Según sus cálculos, siempre sin citar la fuente, en los últimos años, el sector papelero se redujo un 12%, el del cemento un 23%, el del hiero y el acero un 38%, el del carbón un 86% y el del gas natural un 31%.
El inquilino de la Casa Blanca volvió a recurrir a su filosofía del America First (America Primero) para apelar al grueso de sus votantes del castigado Medio Este norteamericano. Su arma más recurrente ante la presión interna a la que está sometido por el escándalo de sus conexiones rusas, hundido en las encuestas y ridiculizado por los medios de comunicación progresistas. «Es hora de poner a Youngstown, Ohio; Detroit, Michigan; y Pittsburgh, Pensilvania, por encima de los amigos de Paris.», afirmó.
El Acuerdo de París no es un pacto de cumplimiento obligatorio ni hay mecanismos de sanción a los países que no los cumplan. Sin embargo, sí que supone el mayor esfuerzo de unión internacional de la historia en favor de la amenaza global que presenta la subida de las temperaturas por la intervención humana. Estados Unidos se comprometió a recortar su emisiones entre un 26% y 28%, para 2025. Su salida no supondrá un gran impacto, según Greenpeace, ya que el 87% de los países del mundo siguen en él. Pero las consecuencias diplomáticas pueden ser imprevisibles.
Rechazo internacional
El mundo entero estaba avisado. La prensa estadounidense publicó un día antes las intenciones de Trump. Pero ni los avisos que le llegaron dede gigantes como Apple, General Electric, Chevron o Exxon ni de la Unión Europea ni de las Naciones Unidas tuvieron efecto en él. Así que la avalancha de reacciones tras su declaración fue imparable desde todos los puntos del planeta.
Uno de ellos fue el propio firmante del Acuerdo. Barack Obama no esperó ni a que acabara de hablar Trump para lanzar un comunicado en el que defendió los beneficios para el empleo que tendrán los países que permanezcan en el pacto y mostró su confianza en su cumplimiento «incluso con la ausencia del liderazgo estadounidense».
Más duro fue su ex secretario de Estado, John Kerry, que dando la vuelta a las palabras de Trump, calificó su decisión como «una extraordinaria renuncia al liderazgo americano». Kerry acusó al presidente de «mentir» con las cifras y de poner a «America la última». «Lo que hemos vivido hoy ha sido un momento fake news», remató en declaraciones a la CNN.
La reacción más dura llegó desde la Unión Europea, donde Alemania, Francia e Italia mostraron su unidad ante su aliado americano. En un comunicado conjunto, firmado por la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, los tres líderes negaron la posibilidad de una renegociación del acuerdo y anunciaron que intensificarán sus esfuerzos para apoyar a los países en desarrollo, especialmente a los más pobres y los más afectados por el cambio climático.
La retórica entre Estados Unidos y Europa ha elevado sus decibelios, tras el paso de Trump por Bruselas y por la reunión del G7. Su decisión de salir del Acuerdo de París justo después de su primer viaje internacional supone un duro golpe a las relaciones entre las dos orillas del Atlántico. «No queremos que otros líderes y otros países se rían de EEUU. Ya no más», dijo el presidente de Estados Unidos. Una frase que condensa toda su personalidad.